Erase un día de intervención como cualquier otro, osea, muy muy loco.
Recorriendo pediatría y oncología. Muchas caritas tristes, aburridas y de dolor, en esas idas y vueltas nos encontramos con una niña muy decaída.
Al observar su entorno, la doctora Pelela se percató de su pasión por los unicornios, llevaba uno estampado en su pijama y le preguntó si le gustaban, ella respondió con una gran sonrisa que si, y fué ahí cuando se rompió el hielo de manera mágica. La doctora Pelela no titubeó ni un segundo y junto a su ukelele recién afinado le compuso una canción improvisada que llamó, El unicornio feliz.
Ese día, coincidentemente se nos cruzaron muchas niñas y niños del club de fans de los unicornios y cantamos a coro la canción. Cada quien dándole su toque artístico y gracioso.
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